Como espuma
consistente un colchón de nubes se extendía desde la cordillera andina
hasta donde la visión no alcanzaba a distinguir. El vuelo era bueno pero
la voz de la azafata indicaba volver a los asientos y colocarse los cinturones.
El descenso había comenzado. Era tan espesa la sucesión de abigarradas nubes
que una sensación extraña se instaló en mí. Por varios minutos la inseguridad de sentir que el
avión permanecía detenido, atrapado en gruesas capas de algodón, fue una rara
experiencia. Finalmente alcancé a distinguir el desnudo suelo mendocino
cubierto por alternos mantos blancos. Eran salitrales irregulares como los
primeros trazos de una pintura abstracta.
Como entrar en un
túnel del tiempo la memoria se escabulló por sinuosos laberintos.
Diversas escenas de la propia existencia se sucedían. La vida, los encuentros,
las partidas casuales y las definitivas construían lo vivido y también la
nostalgia que dejaron los que se fueron para siempre.
Un festejo nos
traía a todos los que ya no vivíamos en nuestra tierra natal. Los deliciosos
vinos de nuestra vitivinícola provincia esperaban ser descorchados para brindar
por el acontecimiento más importante, de los proyectos humanos: FORMAR UNA
FAMILIA.
Nuestros queridos
hermanos Letty y Marcelo cumplían sus 50 años de casados.
Los encuentros se
sucedieron vertiginosamente. El contacto de piel a piel desnudó los
sentimientos y, redondas y cristalinas rodaron las primeras lágrimas. El nudo
en la garganta se fue aflojando y los abrazos no querían soltar aquel
momento tan imaginado tantas veces.
Se dice que
Mendoza es la tierra del sol y del buen vino, pero lo primero no se ha cumplido
hasta ahora. Estamos a mediados de octubre y la temperatura sigue bajando
momento a momento. Cuando asome el sol, seguramente los picos andinos estarán
tan blancos como sólo la nieve recién caída puede vestirlos.
Una sensación
ambigua va ganando mi ser. La dicha de haber podido cumplir el anhelo de volver
al nido. Poder escuchar la melodía de las voces amadas. Desgranar recuerdos
siempre presente que me ayudaron a que sea lo que alcanzo en esta etapa de la
vida.
¡Qué dicha poder
amar tanto! Abrirse al cariño inmenso de una familia a la cual me enorgullece
pertenecer. Son tantas las cosas recibidas de esta maravillosa familia. En ella
aprendí los verdaderos valores que hacen apasionante la vida. Gracias les doy a
nuestros ancestros que nos imprimieron a fuego la vocación de elegir el camino
del bien, los valores evangélicos, el valor de la entrega y la renuncia. La
necesidad de los abrazos en el roce de piel a piel donde nos intercambiamos
unos a otros la síntesis de lo que somos. Hechos a imagen y semejanza del
Creador.
Y aquí llego a la
base de la pirámide de nuestra generación. A nuestros hermanos Letti y Marcelo.
Son ellos, los queridos hermanos que nos han convocado para compartir la dicha
de cumplir los cincuenta años de aquella promesa que se hicieron de amarse para
toda la vida. En las buenas y las que no lo fueron tanto. Dándose y dándonos
todo lo que son y lo que fueron construyendo a lo largo de la vida.
Todos y cada uno
somos un poco Letty, un poco Marcelo. También ustedes son un partecita de cada
uno de nosotros. Los amamos tanto tanto. Seres como ustedes despiertan de lo
que somos integrantes de esta hermosa familia que formaron el tata y la mama, los mejores sentimientos.
Gracias queridos
nuestros. La misión ha sido cumplida con amor infinito, con la alegría del
compartir, con las manos abiertas, con un corazón que rebalsa sus cuerpos,
con la palabra justa, con una cama tendida y con unas milanesas de la tía Letty y un saguchito bien aplastadito del tío
Marcelo (como dicen mis hijos). Han llenados nuestras vidas de anécdotas y
canciones. Le hemos cantado al amor y la familia para que nuestra descendencia
siga llevando en alto esta bandera de lucha por la paz, el amor, la verdad y la
alegría de reunirnos. Con los que están, los que acompañan desde lejos y los
que ya están gozando del amor y la vida eterna en el regreso a la casa del
Padre Celestial.
Vivan Letty y Marcelo, la tierra y
el cielo festejan con nosotros lo mejor de la vida.
Moni
fotografía de José Vega
prosa poética de Moni Indiveri de Vega