Presentación de libro "La Noche Anoréxica
Por Beatriz Schaefer Peña
20 de
setiembre de 2007
Empecemos
por la noche que, seguramente, nos remite a la imagen de la no visión, es decir
a la perfección de lo absoluto, sin principio, sin fin, sin ningún indicio que
indique algún destino, algún punto de confluencia.
Sigamos
con la anorexia: esa enfermedad tan actual y que obliga a la renuncia, al
despojamiento total de toda fuente de vida, con el riesgo que ello implica.
Así,
desde el título “LA NOCHE ANORÉXICA”, Moni Indiveri de Vega nos induce a su
mundo anterior que nos revela en cuatro capítulos, que no son más que los de su
propio acontecer, desde un lenguaje depurado, donde confluye, en imágenes y
metáforas, ese devenir humano siempre acompañado de riesgos, búsquedas y
sueños, muchas veces incumplidos, pero muchas veces, también, alumbrados con
esa pequeña y sostenida luz de la esperanza: “es el amanecer el que viene a
sentarse a mi lado” nos dice la autora desde el inicio de ese Primer
Capítulo que ha titulado “Tempus Fugit”,
como un mensaje que anticipa la espera por aquello que vemos llegar con la
carga de la plenitud después de haber dejado la miradya que se detuvo, una y
otra vez, en el ayer.
En el
Segundo Capítulo: “Ubi sunt”: el
tono de torna más profundo, más cargado de dudas y sublimaciones, más
existencial :”¿dónde se borra la senda/ para conocer?/¿cómo se logra?/ la vacuidad
no conforma/ ni interroga la razón de la existencia.” nos expresa la
poeta, quien, después, enmascarada desde la tercera persona, dice:”la
niña grita la vida/ el color se extiende/ en el asombro/ cuerpo trémulo en el
frío…” remitiéndonos al recuerdo de antiguas vivencias en donde
convergen, las tentaciones, las dudas y también la pregunta por el sentido de
la propia vida, siempre en esa oscilación que bordea el peligro y que no es
otra que la muerte.
Sabemos
que la poesía se nutre de videncias, de asombros, de indagaciones o, quizás,
como lo proponía Platón, de antiguo recuerdos del alma. Moni Indiveri no se
expresa desde un lenguaje límpido, despojado de artificiosidades y
pretensiones, todo aquello que la conmueve y la detiene en la búsqueda de su
propio devenir, en esa pregunta que una u otra vez se formula y cuya respuesta,
ella la presiente, solamente le será revelada al trasponer el último dintel.
En el
Tercer Capítulo: Carpe Diem”, nos
encontramos con la aproximación del otro y las vivencias compartidas que
aparecen en las metáforas y el color de las imágenes como cuando nos dice,
desde este breve y bellísimo poema, que no puedo dejar de transcribir:”la
rodaja de melón sobre la mesa circunscribe el rectángulo/ embriaga su perfume/
otra frutilla/entre los dientes/ el jugo resbala su color/ ser dos es el
banquete” y entonces, nos
aventuramos con ella en ese mundo en donde dos caminos se tornan uno solo y,
desde la visión del poeta, comprendemos que todavía el amor lo sobrepasa todo y
aquella rispidez de antaño deja de serlo para convertirse en ”un profundo valle
verde y húmedo donde el alma dormida
habita su palacio”. Alma que, finalmente, logra alejarse , una y otra
vez, de lo que la retiene asida a la tierra para permitirle perderse en la
espiral y asomar en el brillo, en la rugiente infinitud del mar, en su
horizonte de agua que esconde el otro azul: el lejano, el verdadero y al que la
autora aspira habitar y que tal vez no sea más que la Poesía en sí.
Escuchémosla decir:”el horizonte es apenas una línea que sostiene (la tarde que se fuma)”
. La tarde, esa estación de la vida que apura su transitar, le concede, sin
embargo, el misterioso espacio del asombro y entonces ella quiere ser como una
ballena para mirar el mar desde el fondo, con su apariencia de cristal.
A lo
largo de todo el poemario, leyéndolo y releyéndolo, he sido testigo y también
protagonista de sus revelaciones. Y digo protagonista porque Moni Indiveri ha
logrado, desde sus poemas, provocar esa conmoción en el ánimo que solamente es
posible cuando la palabra trascendida logra remontarse en vuelo hacia el único
centro posible: la poesía verdadera. Este es un libro que guarda una emoción
contenida, un libro escrito con naturalidad y fuera de los artificios de la
moda, como diría Jorge Calvetti, porque en la verdadera poesía debe prevalecer
la claridad y la poesía que no se comprende, no es poesía “como una verdad que
al no tener posibilidad de comprensión, deja de serlo”.
En el
Cuarto y último capítulo titulado “Te
Laudamus” aparece con más énfasis, la celebración del paisaje recuperado:
es una metáfora de la vida después de haber sorteado difíciles tramos de
existencia. Desde un lenguaje diáfanoy al mismo tiempo profundo, nos dice:”
portadora del olivo/ un lugar en el arca/ bebe el manantial de la memoria”.
Las
reflexiones asumen diferentes caracteres a lo largo de estos cuatro capítulos
que he citado y en donde las situaciones externas se conjugan con íntimas
vivencias, logrando el hecho estético de una creación singular, sin duda, pero
siempre expresada con un cuidadoso y depurado lenguaje poético que aúna lo
inédito, por decirlo de alguna manera
refiriéndome al título del libro, con la ineludible musicalidad a la que
este lenguaje obliga, todo ello acompañado de bellísimas imágenes que, por
momentos se tornan esplendentes.
Retrocedo
a los primeros capítulos donde, nuestra poeta, se nos muestra sostenida,
algunas veces, por esa fuerza de la roca que resiste la embestida feroz con que
se ensaña el destino y sin embargo, ella se empeña en construir sobre ese
cimiento; tal vez, por eso mismo no se le opaca la mirada, por el contrario, se
vuelve transparencia que revierte en ese brillo que la eleva “en chispas que
encienden el aire” y es cuando nos dice: “quiero atrapar el aroma que se fue para
alimentar las rosas” y entonces comprendemos que en este decir, poblado
siempre de naturalidad, reitero, la poeta descubre su propia memoria para
transformarla en un luminoso inventario.
Pero
más allá de estas consideraciones subjetivas que hacen a la esencialidad de la
obra , es necesario detenerse, también, en la estructura de los poemas, en las
cinceladas palabras, en la armonía del fraseo donde predominan los heptasílabos
y los alejandrinos, casi siempre encubiertos pero que, sin embargo, se tornan
audibles al oído atento. Cito algunos versos sueltos , elegidos al azar: “La
tierra suelta polvo que el viento arremolina”, “El dintel de madera, el verde de las hojas”, Un reflejo dorado oblicuo
en el paisaje”; “como un golpe en la puerta, permaneció sellada”.
La
magia de la Poesía consiste, precisamente y como alguna vez se dijo, en
recrearla realidad estética “semejante y a la vez distinta de toda otra
realidad”. Moni Indiveri ha logrado, desde un estilo absolutamente personal,
acercarnos a su propio mundo donde cada símbolo, cada señal, nos va conduciendo
hacia el final en donde la cercanía de Dios, no enunciada pero si percibida,
nos indica que “dejando a las espaldas el acantilado” del dolor, de los
errores, de las muertes cotidianas, seguramente “el suave rumor del oleaje” nos
conducirá al sitio destinado para finalmente detenernos y escuchar “el canto de
la alondra, su alegría” .- Celebremos entonces
esta “Noche Anoréxica” que, desde su despojamiento, ha logrado
acercarnos a la promesa del amanecer y que, en este caso, no es otro más que la
Poesía verdadera.-
Beatriz
Schaefer Peña, Buenos Aires, Septiembre 2007
Moni Indiveri de Vega