Un campo de amapolas enmarcado por el roble
de la ventana de dos hojas me llevó a mi infancia. El reflejo en el cristal
hasta el borde de las pisadas sobre la madera oscura, bajo aquel manto naranja
con lucecitas azules que abrigaban los recuerdos. Y la vi. Sentí sus manos en
la caricia. El susurro cálido de su aliento una bocanada de amor. Su sonrisa
fácil una invitación para el juego en su amado jardín, a la hora de la siesta.
fotografía de José Vega
minirelato de Moni Indiveri de Vega
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