Cierro con esta obra de mi marido: José Antonio Vega, la transcripción de algunos poemas de cada uno de los tres capítulos que componen el libro LO/CURA.
Agrego algo de lo que siento con respecto a la temática elegida para el libro. Poetizar la realidad que vivimos, es este universo deformado a nuestros deseos, más allá de la Verdad Absoluta, que lo pensó.
En un juego
ignominioso, el hombre no deja a Dios ser Dios.
Se deifica y se crea divinidades
a su medida.
La armonía pierde su belleza y se
mimetizan, en oscuro, los colores de la existencia.
La falta de luz no deja leer los
signos de los tiempos. Sin embargo, su condición no le permite evadirse de su
verdadera identidad.
Un sentimiento lo perturba y lo
inclina sobre sí mismo.
En un juego ignominioso, el hombre
no deja a Dios ser Dios.
Se deifica y se crea divinidades
a su medida.
La armonía pierde su belleza y se
mimetizan, en oscuro, los colores de la existencia.
La falta de luz no deja leer los
signos de los tiempos. Sin embargo, su condición no le permite evadirse de su
verdadera identidad.
Un sentimiento lo perturba y lo
inclina sobre sí mismo.
Esconde su frente sin ser bendecida
y no abre la escucha a eso que modula. Pensamientos no lúdicos, sino
fortalecedores de la luz que emana, desde aurículas y ventrículos para hacer
correr por toda su humanidad el oxígeno que puede dar verdadera vida, no sólo
al cuerpo. Apetencias no reconocidas quedan hambrientas y se van desnutriendo.
No puede identificarse con lo que no posee. Un camino duro y lleno de escollos
lo espera. Sin capacidades para resolver, acorde a los tiempos en los que le
toca pisar la faz del planeta, deambula desorientado. Manantiales del agua “que
sí calma la sed” no son descubiertos por capacidades dormidas.
Busca
sin saber qué.
Desprecia
sin darse cuenta.
Se
interna en espesas brumas, difíciles de atravesar.
Un
cansancio sin nombre paraliza su potencial.
Múltiples
máscaras desorientan su verdadero yo. No alcanza a conocer su misión, ni el
lugar que tiene en el maravilloso tapiz de la obra creadora. Un coeficiente de
desatino amenaza su cordura y comienza la lucha interna que carcome al ideal.
Se le hace cada vez más difícil poder optar con verdadera libertad. Aún así, un
poco de todo eso puede llevar a algo bueno.
A veces
el mal puede ser la puerta del bien.
Hablaré de la locura en lenguaje poético, buscando definir la misma como
perturbación del espíritu, como enfermedad del cuerpo o de la mente, del estado
de plenitud al que lleva el amor humano en todas sus expresiones y además, como
el rapto de iluminación en el proceso de enamoramiento del Amado. En ese caso parecer
estar loco es el secreto de los sabios. Es allí donde la creatividad se
alimenta y saca para afuera lo que sólo él puede dar. Y sacrifica todo para
adquirir la sabiduría.
Según el Evangelio, la sabiduría de los hombres es
locura a los ojos de Dios. La sabiduría de Dios es locura a los ojos de los
hombres.
Esconde su frente sin ser bendecida
y no abre la escucha a eso que modula. Pensamientos no lúdicos, sino
fortalecedores de la luz que emana, desde aurículas y ventrículos para hacer
correr por toda su humanidad el oxígeno que puede dar verdadera vida, no sólo
al cuerpo. Apetencias no reconocidas quedan hambrientas y se van desnutriendo.
No puede identificarse con lo que no posee. Un camino duro y lleno de escollos
lo espera. Sin capacidades para resolver, acorde a los tiempos en los que le
toca pisar la faz del planeta, deambula desorientado. Manantiales del agua “que
sí calma la sed” no son descubiertos por capacidades dormidas.
Busca
sin saber qué.
Desprecia
sin darse cuenta.
Se
interna en espesas brumas, difíciles de atravesar.
Un
cansancio sin nombre paraliza su potencial.
Múltiples
máscaras desorientan su verdadero yo. No alcanza a conocer su misión, ni el
lugar que tiene en el maravilloso tapiz de la obra creadora. Un coeficiente de
desatino amenaza su cordura y comienza la lucha interna que carcome al ideal.
Se le hace cada vez más difícil poder optar con verdadera libertad. Aún así, un
poco de todo eso puede llevar a algo bueno.
A veces
el mal puede ser la puerta del bien.
Habremos
de hablar de locura en lenguaje poético, buscando definir la misma como
perturbación del espíritu, como enfermedad del cuerpo o de la mente, del estado
de plenitud al que lleva el amor humano en todas sus expresiones y además, como
el rapto de iluminación en el proceso de enamoramiento del Amado. En ese caso parecer
estar loco es el secreto de los sabios. Es allí donde la creatividad se
alimenta y saca para afuera lo que sólo él puede dar. Y sacrifica todo para
adquirir la sabiduría.
Según el Evangelio, la sabiduría de los hombres es
locura a los ojos de Dios. La sabiduría de Dios es locura a los ojos de los
hombres.
Moni Indiveri de Vega