CUARESMA
Los cielos fluyen con naturalidad. Dan señales a lo largo de
los tiempos. Mantener los ojos abiertos no deja escapar ningún signo que nos
ayude a no distraernos y así, ajustar el paso a lo que la Divina Sabiduría derrama. Hay un tiempo para la siembra y otro para la
cosecha, y entre ellos baila la providencia y riega el brote que nace entre
ambas.
Infinidad de llamadas abren brechas de luz y despiertan lo
que permanece oculto.
Así como la vegetación se manifiesta diferente en cada época
del año y los pájaros emigran o regresan en los tiempos marcados por su ritmo
interior, también el hombre tiene un tiempo para nacer y otro para partir, y en
el transcurso de ese lapso crece lo que roza ambas costas. Nunca se detiene. El
equilibrio subsiste, según tengamos la escucha abierta para sentir las
enseñanzas que nos guían.
El proceso se dispone ante la señal. El calendario marca el
comienzo de la liturgia que corresponde a eso que se gesta. Así es como las cenizas abren el espacio que ahueca la realidad
para que el interior traspase lo cotidiano y comience el retiro. La búsqueda de
desierto que deje sentir el llamado a reforzar la mejor parte de nosotros
mismos.
“Acuérdate de que eres
polvo y al polvo has de volver” (Genesis 3,19). Y más adelante dice “Arrepiéntete y cree en el evangelio” (Mateo
1,15) (1)
Llamado a retornar a ese mundo interior, que necesita ser
visitado, aunque más no sea en esa época de nuestro peregrinaje.
Liturgia, sí, gestos que trasuntan simbólicas de las
creencias con que queremos identificarnos. Romper las sombras, como rasgar un
telón que no deja entrar la luz que trae la sabiduría. El llamado invita a entrar
en la propia casa interior para ponerla
en orden. Llenar de flores el altar, encender las lámparas para esperar al
Novio que se ofrece, una vez más, como
cordero del sacrificio para devolvernos la casa tomada por el pecado que
siempre nos persigue. En sus brazos atravesar la luz que cubre esa otra luz, en
la que habita el Padre. Ceder al impulso de ser rescatados, para que en el
ofrecerse con Él y en Él, gustemos su amor que todo lo hace posible.
(1)
Miércoles de Ceniza
(inmediatamente anterior al primer domingo de Cuaresma) se realiza el gesto
simbólico de la imposición de ceniza en la frente de los fieles católicos. Esta
ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior al ser éstos
quemados. La ceniza proviene de la quema
de los olivos del Domingo de Ramos último que, después de ser bendecidos, son
colocados en cruz en las frentes de los presentes, para simbolizar la
conversión, que es la nota que dominará
toda la Cuaresma.
fotografía y texto de Moni Indiveri de
Vega