austral del continente americano.
Pienso que es bueno recordar el sentido profundo de este libro. Es por ello que vuelvo a transcribir algunos párrafos de la introducción del mismo.
El
nombre Punto Cardinal remite al deseo de
resignificar los lugares impactantes de
nuestro país desde un sentido trascendente. Implica, prioritariamente, abrir el
espíritu para contemplar la Creación en toda su variedad y magnitud,
refiriéndola a Quien la diseñó desde su infinita sabiduría.
Para
ello invito al lector a un tránsito que parte de la imagen, observada de una
manera diferente. Ángulos y
perspectivas, gamas de colores, luces y sombras y, sobre todo, el deleite de
dejar correr la imaginación para descubrir nuevas formas en el horizonte que todos pueden mirar; pero
pocos ven.
Sobrevolar
el paisaje desde la lente de quien supo descubrir bellezas que están incluidas
dentro de otras que las abarcan.
En
cuanto a los textos que acompañan, surgen como respuesta a la intención de
abrir ventanas, a través de las
diferentes fotografías, a fin de dejar en palabras las emociones que luchan por
manifestarse. Sentir que el alma traspasa la periferia del contorno humano y,
en una sola experiencia, ser caminante que busca. Como lo hizo Ulises.
Conocer
y conocerse. Forjarse hombre nuevo a través de las oportunidades que se nos
presentan.
Imaginemos nuestro suelo
desplegado, desde el centro (1) hacia los laterales, hacia arriba y abajo. Argentina focalizada y dividida en
Norte, Sur, Este y Oeste.
dice Ana Guillot en el prólogo de este Libro:
PUNTO CARDINAL
Holograma
de alguna inmensidad, la naturaleza habla, aún en el mayor de los silencios.
Integra ese cosmos, y lo nombra. Como un eco. Como una manifestación de la
grandeza. Un reflejo que sólo podemos percibir con nuestros sentidos, limitados
y, aún así, vehiculares; e intuir con la mente (¿o el corazón?).
Inmerso
en la maravilla, el hombre. Un holograma también. Acuático y poroso. De textura
fina y exquisita vibración. Atronador, a veces. El único depredador de sí mismo
y de la Obra. Y, sin embargo, capaz de cantar el origen y el misterio. De
entrañar acciones, como hilos, enhebrando la historia de la humanidad.
Desde
algún Plan, que nos excede, la vida pulsa y es el punto, la mónada, el
exquisito sostén de tanta Belleza.
Durante
siglos se ha buscado el grial. Se ha especulado con el espacio físico que lo
oculta (¿o resguarda?). Desplazamientos concretos que, finalmente, sólo han
servido para saber que cada insecto lo lleva en su interior, como la corteza
del árbol, como la nieve.
Todo
minúsculo átomo es un grial. Como lo es sin dudas, nuestro corazón, siempre
hambriento del pan más fresco y leve.
Es
por eso que el libro de Moni y José Vega me parecen portadores de sabiduría. Si
entendemos por sabiduría la posibilidad de trasladar el prisma de la imagen y
de la palabra a nuestro propio núcleo. Sin seguir una línea de lectura o de
pensamiento determinada, sin preconceptos. Dejando, sólo, que hable por sí
mismo y de la manera que cada uno pueda y desee escuchar.
Sus
páginas son, a mi juicio, un encuentro con la sacralidad. Y, en él, adentro y
afuera se integran. Armónicamente. En una danza acogedora y llena de promesas.
Es nuestro país ese marco de referencia, como podría serlo (por traslación),
cualquier otro lugar en el mundo. Pero es nuestro país, repito. Y agradezco en
la riqueza en la que he nacido.
Que
ahora el territorio argentino sea, entonces, la inmanencia que nos permita
acceder al punto trascendente del misterio. Que cada verso y cada imagen nos
acerquen la copa para que el hambre se sacie en la Belleza. Que es como decir
Virtud. "Kalós kai aghatos" (1) decían los griegos en su plena
inteligencia. Una ensoñación en la que el espíritu crece y se alimenta, podríamos
decir ahora.
Ana Guillot
(1) "Belleza y virtud"
textos de Moni Indiveri de Vega
imágenes de José Vega
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