Llorar de dolor ante la tumba vacía. Peor aún, ante el Resucitado.
Sin confiar lo suficiente en su amor, que cubre todo
por igual y lleva su viento hasta lo más recóndito.
Si la fe permaneciera.
Si la
confianza alcanzara para aceptar lo que nos ocurre, elevándonos hasta donde
habita la esperanza.
Mundo lacerado, rengo, que no aminora
la velocidad de la sinrazón
que lo impulsa a la ceguera.
que lo impulsa a la ceguera.
Si pudiéramos aceptar la realidad y
ofrecerla.
Sólo Tú sabes que hacer con el dolor.
Sólo Tú le sacarás fruto a los golpes
de la vida.
Sólo Tú nos esperas con tu Padre al
final de la rutina, y nos das consuelo.
Pero a veces olvidamos que te
encuentras en nosotros,
tan dispuesto.
tan dispuesto.
Si te dejáramos sanar nuestras heridas, enjugar nuestro llanto.
Poner sonrisas, transformando las
muecas y las máscaras.
Tu paz llenaría cada resquicio,
dulcemente, hasta atravesar
nuestros umbrales.
No temamos vivir el día a día, sin la
angustia de esperar
la madrugada. Sintiendo que la fuerza combustiona de tal forma, que multiplica las partículas de amor e imprime las miradas de ternura.
la madrugada. Sintiendo que la fuerza combustiona de tal forma, que multiplica las partículas de amor e imprime las miradas de ternura.
fotografía y poema de Moni Indiveri de Vega
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