Era
esa costa surcada
de norte a
sur y de este a oeste
era una
vida plena
toda su
potencia física
intrépida
entre el
azul
de arriba y de abajo
la memoria
repleta de vivencias
aunque la
osamenta
quieta
contenida
en el marco
de aquella
ventana
eran las
alas desplegadas
del
pensamiento
colmado de
vivencias y recuerdos
una quietud
enriquecida
sin pena
con la
serenidad que da
haber
disfrutado
de la vida
Hay que
volver a sentirse
entera y
diminuta
poder
cambiar los hábitos
sin
nostalgia
descubrir
la riqueza en la
quietud
romper la
rutina
hacerle
frente al deterioro
la
debilidad de los huesos
hacerse
amigo en el sosiego
de uno
mismo
aprender en
cada instante
y dar
gracias
de estar
vivo
Siento que
crecer también se puede
aunque la
vida limite
aceptar la
necesidad de los otros
evitar
enredarse en los prejuicios
vestirse de
humildad
ha llegado
el tiempo
de recibir
No temer al
espejo
enfrentarse
cara a cara
mejorar lo
que se puede
sonreír y
sonreírse
saber que
ese es
el atuendo
necesario
lo que
puede ofrecer
y que es
mucho
desde las
ansias desmedidas
lograr el
equilibrio
renacer con
cada parte
de su
cuerpo
siendo
lo que
pueda
si escucha
que
sostiene y anima
sentirse
invadida
por el
fuego encendido
nuevamente
desgranar
sin apuro
las
riquezas encontradas
un viaje al
alma
no tiene
límites ni fronteras
nace lo que
quiera eternizar
escribiendo
El rayo de sol acaricia el otoño
que se apodera del verde
un pájaro cruza la luz
y descansa en el respaldo de una
silla
extiendo la mirada cargada de amor
lo acaricio y somos dos
el sol y su brillo dorado
mis ojos y el plumaje brillante
ese pico en busca de su presa
la vida que regala
me apodero de sus alas
y en vuelo rasante
me pierdo
entre cuervas y contracurvas
flanqueadas por hileras de árboles
del amarillo al rojo
busco llegar al borde
mojar mis pies en el agua que se
arrima
a la costa
ser dueña nuevamente
de cada momento
poderlo plasmar en palabras
sostenida estoy por la nueva
experiencia
Moni Indiveri de Vega
Junio de 2015
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