¡Son mi alma, en parte!
¡Son mi carne, en parte!
Aunque toda mi alegría.
Amar y quedarme en ese sentimiento que llena el alma .
Sentir el dolor de parir, sin estar pariendo.
Escuchar el grito que inaugura la vida de ese ser que tiene tanto que
ver conmigo, pero que no es mío.
Si hay algo en que doy uno y recibo cien nuevamente.
Si hay una empresa que no es propia, pero de la cual me siento sostén
invisible.
Si hay una mantilla en la que caliento el cuerpecito de ese nuevo ser,
aún junto a aquél que, para mi corazón, es mi niño o mi niña.
¡Eso es ser lo que soy!
Aprendiendo a callar. Dejando que el camino que inician lo transiten
según su saber y entender.
Sin cruzar el límite que marca dónde comienza la libertad del otro, la
intimidad de esa nueva familia.
Apretar la mano de mi compañero, tan autor de la vida de ellos,
como yo. Compartir la experiencia de ser la base de un abanico que se abre,
pleno de colores diferentes. Nuevas identidades que algo nuestro tendrán.
Y el cuerpo que envejece, rejuveneciéndose, para alojar en el hueco
de sus brazos a la tierna vida que palpita. He de cantarle una canción de cuna
que aprendí en los brazos de mi madre.
Testigos del crecimiento de las familias de cada uno de nuestros hijos.
La vieja casa llena de nuevas voces.
Preguntas cuyas respuestas están, pero esperan el momento oportuno
para ser dadas.
Y mi cara lamida con el primer beso de ese ser que me recuerda a otro, mientras
mis manos tejen puntadas a la par que ilusiones. Imágenes del pasado y el futuro,
borrando los límites del tiempo y el espacio.
fotografía y texto poético de Moni Indiveri de Vega
de su libro VOCES DEL ALMA
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