La construcción es ya inmensa. Sobre la roca hay paredes cubiertas de todas las flores más simples. Y los techos y las bóvedas
llegan a tocar las estrellas. Igual, el obrero no está cansado
y aún sigue buscando nuevos prados para otras catedrales.
Son aves las que acompañan la tarea con el canto. El viento
es la mejor plegaria. Todos los peregrinos saben que la herida
no quiebra al obrero y que el centro de la obra está en
sus dos pequeños ojos que brillan. Y en las manos de aquellos
que aprendieron la consistencia del camino.
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