LO/CURA
“… Todo aquél que haya oído hablar de
mí, que se prepare para venir a verme; todo aquél que me desee, que me busque.
Cuando me encuentre – y me encontrará- que no tenga ojos más que para mí…”.
Shams – i- Tabriz
El deseo y la
desesperanza abonan la búsqueda, que ya desde el comienzo del libro se perfila
en aquella frase de Nietzche que lo abre. El hombre que busca a Dios, corriendo
en medio de la plaza, gritando como un loco. No nos corresponde a nosotros
especular si realmente se puede encontrar a Dios o si el objeto de esa búsqueda
es tan inasible como su nombre.
En
la sociedad actual solemos utilizar la palabra locura para describir realidades
diferentes. A veces, para referirnos a estados psíquicos o personas que padecen
enfermedades que entran en la clasificación psicológica de la locura. También
usamos la palabra para describir situaciones difíciles de encuadrar en nuestros
paradigmas, decimos por ejemplo ¡qué locura esto! ¡qué locura aquello! Pero
pocas veces usamos el término locura para referirnos a lo sagrado. Sin embargo
existen tradiciones, en Oriente y en Occidente, para las cuales la locura es un
estado de la mente que sólo puede ser infundido por un dios. De hecho ésta era
la característica del chamán, del sacerdote, de la pitonisa.
Así es como místicos y
poetas a lo largo de la historia se han entremezclado,
cuestionando las verdaderas fronteras de la mente. Locura , en
este sentido, es una capacidad de ver más allá de la realidad del cuerpo y la materia,
es la habilidad de conectarse con los mundos sutiles, con las dimensiones
espirituales del ser.
Por eso buscar a Dios y
escribir poesía son actos de locura. Sólo un loco puede buscar a Dios en este
mundo. Sólo un poeta y un loco, portador de ese fuego sagrado que impulsa la
búsqueda y da vida a la creación. Ésa también es la locura. Pero es esa
lo/cura que cura a quien la padece, que repara porque une lo que antes estaba
separado. Y ambas son formas de despertar. Moni Vega se reconoce a sí misma “… hambrienta de
eternidad… ” y escribe. Poesía. Para saciar el hambre. Y cuando ella sacia su
hambre, que a la vez crece aún más en la búsqueda, nos sacia a todos, nos deja
un poquito más cerca de ese momento primordial en el que el Verbo ya existía.
Yo la he visto corriendo
por la plaza, gritando como una loca ¡Busco a Dios! Y la he visto perderse y
encontrarse y volver a perderse para resurgir cada vez más íntegra, cada vez
más ella. Y como parte de esas pérdidas y reconocimientos, quedan los libros,
por suerte, como testimonio de toda resurrección: “… soy el abismo/que se
yergue de sí- dice…”. “… hay conexiones entre el amor y el veneno/ aunque no
emerjan/ de la misma grieta…”.
Este libro particular transita
desde la lo/cura hasta la curación a través de los capítulos que lo
constituyen. Reconocerse en lo oscuro abre
este viaje, donde los poemas nos llevan a hacer luz en los aspectos de nosotros
que no hemos reconocido y nos invitan a vernos de una manera más total. Asomar a la luz, como un llamado, como
un destino de esas almas que recuerdan su pertenencia a la constelación. Sólo la Belleza, porque sólo la belleza nos
redime, que es otra forma de decir amor.
Así, transitando de la
noche al día, aliándose con la duda, compañera fiel de toda búsqueda verdadera,
Moni Vega nos
invita a experimentar la curación que se produce cuando dejamos de sentirnos
separados.
La búsqueda de Dios, la
poesía, y todas las expresiones que emulan el acto creador son la medicina que
puede curarnos cuando olvidamos nuestro destino, que persiste, atado a las
estrellas. En las propias palabras de Moni: “… nacida dos veces/ es incapaz de
resistir/ el resplandor de los relámpagos…”.
Buenos Aires, 1 de Abril de 2013
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