En el espacio en
blanco de la mente nació el temblor. Comprometió al cuerpo hasta las plantas de
los pies. En descenso caprichoso paralizó las manos, también los labios. Un
rictus incontrolado expresó el
descontento. Huellas alimentaron el
pensamiento que martilló las sienes. Una vibración llegó hasta la base del
craneo, desnudando la ceguera. Y fueron pájaros azules los que anidaron en sus
hombros. Cantaron hasta ensordecer la tristeza que se refugió en la parte más
sombría del bosque. La diversidad de árboles soltaron sus hojas y lo vistieron
de dorado. La alquimia de colores traspasó su piel y fue como ellos, símbolo de
la vida en perpetua revolución.
fotografía y texto de Moni Indiveri de Vega
No hay comentarios:
Publicar un comentario