martes, 9 de junio de 2015

LA NIÑA TIESA



Atrás de las puertas llora la niña tiesa, sin comprender lo que la muerte trae. Una mesa sostiene el cuerpo frío de su madre. No hay ataúd. La recién nacida también llora.  El pezón no brota para calmarla. La niña tiesa quiere encorvar sus pequeños brazos. Darle sostén a la horfandad de su nueva hermana. Llora por sí misma, por la recién nacida, por los otros hermanos, por la que yace sin dar respuestas, por el mutismo de ese hombre. La tierra también lo hace a borbotones. Un rugido siniestro oscurece la tarde. No le alcanzan los brazos para brindarle amor materno. No puede coser lo que se ha cortado. La desconsuela el llanto de la recién nacida, casi un alarido que reclama el contacto de piel contra piel. La niña tiesa sostiene y le da amparo a la que busca reconocer olores y  latidos. Su propia tristeza la hace soñar con margaritas. Quiere usarlas como vestido. Recién cortadas abrigan más. Con el polen dará color a sus mejillas. Las sostendrá con puntadas de espinas, de la rosa que se marchitó. La madre se llevó el verde de las praderas. Aún así todas sus gamas quedan en los ojos de sus amados hijos. Llenos de preguntas piden explicaciones a los de la misma sangre. El trasplante fue la respuesta. Se llevaron dibujado en las retinas lo que nunca más volvería a ser. A la orilla del camino, enterraron los  sueños, sin tener espacio para curar las heridas. Cada uno engrosó otras ramas de la gran familia y  perdieron la intimidad de su propio nido. Con diferentes tíos o abuelos les tocó vivir. Infectadas de soledades, las heridas dejaron huellas. Se le dio buena vida al brote nuevo, no así a la niña tiesa, que  siguió escondiéndose en los rincones. Muchas preguntas retenidas entre los dientes. Luces y sombras, entramadas en soledades, no enhebraron palabras. Sin consuelo su cuerpo contaminado de tanto esconder. Lágrimas nacieron de las ausencias no comprendidas. Ellas no lavan, inundan todo, de un solo color. Con el pasar del tiempo, creció en ella el deseo del nido propio. Soñaba partir de la casa ajena. Quería encontrar en alguien algo de lo mucho de lo que la vida la privó.


madre que das nombre
al recuerdo
entre las curvas de los interrogantes
 fuerza y sostén

desplegar incógnitas
caminar sobre ellas
arde el recuerdo
 cenizas
que el aliento

no hace desaparecer


fotografía de José Vega
texto poético de Moni Indiveri de Vega

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