Atrás de las puertas llora la niña
tiesa, sin comprender lo que la muerte trae. Una mesa sostiene el cuerpo frío
de su madre. No hay ataúd. La recién nacida también llora. El pezón no brota para calmarla. La niña tiesa
quiere encorvar sus pequeños brazos. Darle sostén a la horfandad de su nueva
hermana. Llora por sí misma, por la recién nacida, por los otros hermanos, por
la que yace sin dar respuestas, por el mutismo de ese hombre. La tierra también
lo hace a borbotones. Un rugido siniestro oscurece la tarde. No le alcanzan los
brazos para brindarle amor materno. No puede coser lo que se ha cortado. La
desconsuela el llanto de la recién nacida, casi un alarido que reclama el
contacto de piel contra piel. La niña tiesa sostiene y le da amparo a la que
busca reconocer olores y latidos. Su
propia tristeza la hace soñar con margaritas. Quiere usarlas como vestido.
Recién cortadas abrigan más. Con el polen dará color a sus mejillas. Las
sostendrá con puntadas de espinas, de la rosa que se marchitó. La madre se
llevó el verde de las praderas. Aún así todas sus gamas quedan en los ojos de
sus amados hijos. Llenos de preguntas piden explicaciones a los de la misma
sangre. El trasplante fue la respuesta. Se llevaron dibujado en las retinas lo
que nunca más volvería a ser. A la orilla del camino, enterraron los sueños, sin tener espacio para curar las
heridas. Cada uno engrosó otras ramas de la gran familia y perdieron la intimidad de su propio nido. Con
diferentes tíos o abuelos les tocó vivir. Infectadas de soledades, las heridas
dejaron huellas. Se le dio buena vida al brote nuevo, no así a la niña tiesa,
que siguió escondiéndose en los
rincones. Muchas preguntas retenidas entre los dientes. Luces y sombras, entramadas
en soledades, no enhebraron palabras. Sin consuelo su cuerpo contaminado de
tanto esconder. Lágrimas nacieron de las ausencias no comprendidas. Ellas no
lavan, inundan todo, de un solo color. Con el pasar del tiempo, creció en ella
el deseo del nido propio. Soñaba partir de la casa ajena. Quería encontrar en
alguien algo de lo mucho de lo que la vida la privó.
madre que das nombre
al recuerdo
entre las curvas de los interrogantes
fuerza y sostén
desplegar incógnitas
caminar sobre ellas
arde el recuerdo
cenizas
que el aliento
no hace desaparecer
fotografía de José Vega
texto poético de Moni Indiveri de Vega
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