Una
línea casi imperceptible a veces, divide la oscuridad de la luz. Un amanecer
incorpora, segundo a segundo, la claridad que suma grosor a esa
separación. Le permite así ponerse de
pie y darse cuenta de que una espesa noche lo tuvo retenido. En ese lugar había
perdido la perspectiva de la belleza. Esta fusión hace que desaparezcan las
dualidades. Es en ese momento donde se presenta la oportunidad de dar el salto.
Aflorar
al ras de la tierra, mirar el horizonte que espera, lleno de propuestas y regalos.
La naturaleza toma su dimensión y los nombres ocupan espacio en la memoria. Es
sentirse como creado de nuevo y poder nombrar lo recuperado.
El
amor sustituye al miedo y se prende el motor de la voluntad que lleva a
desarrollar la creatividad nuevamente.
Mil miedos ancestrales obstruyen el
camino hacia la libertad. Pero el amor puede conquistar el miedo- dice
Bertrand Rusell
Una
nueva visión de cómo ser verdaderamente libre colabora con las decisiones. La
luz que se ha filtrado, al ser aceptada, orada la grieta que la deja entrar y a
raudales alimenta lo necesario.
El
amor rige los comportamientos. Los
hábitos conducen a lograr tener paz, más allá de los resultados de las
decisiones que se tomen.
Se
abandona la rigidez que imprime la inseguridad. Se da lugar al encuentro con
las otras voces que traen las buenas-nuevas. El cerebro puede inducir a
decisiones alternativas que dan lugar a distintos aprendizajes. Una fuerza interior da otros
gestos que responden al camino que se toma para avanzar hacia la felicidad.
Se
cumple las metáfora:
A veces el mal puede ser la puerta del bien.
No se odia por lo vivido, sino más bien, se
aprende a disfrutar el presente.
fotografía de: José Vega
reflexión en prosa de: Moni Indiveri de Vega
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