El vecindario deja su atuendo, su tosco calzado con que transita esa ruta, día a día, momento a momento.
Una mañana, más azul que otras lo llama. Es la madrugada que todavía no se
vistió de sol que convoca a dejarse estar. La mirada quieta. Recordar lo diferente
que será una hora más tarde. Gente simple, pero que ve la mano de Dios en
todo lo creado. Hablan poco, su austeridad viste la boca pero no borra la
profundidad de sus ojos tan diferentes, de aquellos otros que salen apurados
a tomar el subte.
Calle Terrada de mi Luján amado. Túnel de árboles de
hojas mutantes. Cada estación un color. Todos tan esperados y la Cordillera de
los Andes definiendo dónde el este y el oeste.
fotografía y texto de Moni Indiveri de Vega
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