La galería a la que daban todos los
cuartos reunía las voces de los que por allí se encontraban. Un mate, a veces,
otras una zanahoria cruda deleitaba con su crujir, a esa boca de niña alegre.
Sentada en el borde del escalón, canturreaba algo que sólo ella sentía. Los
otros, cada uno en lo suyo dejaban caer la tarde del tórrido verano. Ni una
hoja se movía. Sólo acostándose sobre el damero negro y blanco de las lustradas
baldosas, daba ganas aunque más no fuera de soñar. Sí soñar con otra realidad
que sorprenda un poquito, la monotonía de ese interminable calor. Nadie emitía
opiniones ni quejas, sólo se dejaba deslizar la realidad sin ofrecer
resistencia a lo que acontecía. Sus diecisiete años esperaban el ingreso a la
universidad. Se hacía desear la llegada del comienzo de algo diferente.
texto de Moni Indiveri de Vega
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