Presentación del libro
“Lo/cura” de Moni Indiveri de Vega
V Jornadas Diálogos: Literatura, Estética y Teología, 2013
Facultad de Filosofía y Letras - UCA
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Cómo citar el documento: Salvo, Adrián. “Presentación del libro “Lo/cura”
de Moni Indiveri de Vega” [en línea]. Jornadas Diálogos : Literatura,
Estética y Teología. La libertad del Espíritu, V, 17-19
septiembre 2013. Universidad Católica Argentina. Facultad de
Filosofía y Letras, Buenos Aires. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/ponencias/presentacion-libro-locura-indiveri.pdf
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JORNADAS DE
LITERATURA, ESTÉTICA Y TEOLOGÍA
Presentación del
libro Lo/cura de MONI
INDIVERI DE VEGA
ADRIÁN SALVO
Puesto a elegir el punto de vista
desde el cual presentar la obra poética de Moni
Vega, “Lo/cura”,1 se me ocurre el
más oportuno el de simple lector que transmite sus
impresiones más allá de toda
pretensión erudita.
En este sentido, habría de
comenzar apuntando que el primer acercamiento a la obra
de Moni no me produjo
precisamente deleite. Una noche como otras, acabada la jornada de
trabajo habitual, me dispuse a la
lectura del texto y desde el comienzo sentí una especie de
trompazo demoledor en pleno
rostro, como quería Roberto Artl quien, apelando a una
metáfora del boxeo, pretendía que
su literatura funcionara como un “upper cut en la
mandíbula” del lector.
Con esto pretendo aludir a que la
poesía espiritual o mística de Moni no recurre a
cierta tendencia de la poesía
religiosa que busca conmover apelando a golpes de efecto
sentimentales. Su primer efecto
es más bien deconstruirnos, descolocarnos, sacarnos
brutalmente de nuestra zona de
confort.
Y, entonces, mi primera impresión
fue: “Ah, esto va en serio”.
Creo que mi sorpresa se debe a lo
difícil que parece el surgimiento de poesía
verdaderamente religiosa en el
contexto de la post-modernidad. Pareciera necesario el
advenimiento de un lenguaje
nuevo, de categorías distintas, que no pueden brotar de
consideraciones intelectuales o
de elaboraciones técnicas, sino sólo de la irrupción del
Espíritu que “sopla donde quiere”.
Y que muchas veces nos agarra desprevenidos (como
me pasó a mí).
Pero el Espíritu del viento
arrollador es el mismo de la brisa suave, el Paráclito que
brinda la paraclesis. Y el primer
consuelo que tuve como lector fue la sensación de estar
leyendo poesía religiosa y
cristiana en mis categorías culturales, es decir, en las categorías que
me son propias y afines. Como a muchos creyentes, me ha sido dado el ser
conmovido por la lectura de autores de distintos tiempos y latitudes. Pero, en
mi caso al menos, no lo ha sido así por respecto a la lectura de autores
contemporáneos. Y creo que siempre existe la tentación de quedarse estudiando y
comentando a los ya consagrados. Frente a esta tendencia nos advierte Rahner en
forma desafiante: “sólo es capaz de conservar su pasado, quien sale a
conquistar su futuro”.
Ahora bien, ¿en qué me fundamento
para hacer estas afirmaciones? ¿Por qué pensar qué Moni logra expresarse
místicamente en un contexto post-moderno?
Recurro, entonces, al texto
nietzscheano que ella misma antepone a la apertura de su
obra. El famoso texto en que
Nietzsche nos presenta justamente al “tolle Mensch”, al hombre loco, que expresa la “Tollheit”
o locura que se deriva de “la muerte de Dios”. Esta profecía anticipa la
post-modernidad que advendrá siglos más tarde. Como advierte el mismo loco: “Vengo
demasiado pronto, mi hora aún no ha llegado”. Es la locura que se deriva de la
segunda y tal vez (?) definitiva “Entmythologisierung” o desmitologización. La locura
del racionalismo moderno parece haber arrancado al mundo de su fundamento espiritual,
mundo que queda sin referencias, abandonado a un errar sin sentido. Ya no hay más
un arriba y un abajo: “Gibt es noch ein Oben und ein Unten?”, nos pregunta el
loco del texto nietzscheano.
Y, sí, podemos darle toda la
razón en afirmar que hoy no tiene sentido ubicar un
cielo o un infierno en lugares
físicos. La teología cristiana ya hace rato ha
descosmologizado los lugares
últimos, escatológicos.
Entonces, ¿dónde ubicar un
supramundo, un submundo, un trasmundo o ultramundo? ¿Dónde ubicar esos
lugares reclamados por el espíritu humano que no cesa de lanzarse a la aventura
de encontrar un destino proporcionado a sus aspiraciones?
Nietzsche nos hace conscientes de
que ya no podemos retroceder un paso hacia atrás en busca de un mundo que ha sido
definitivamente desdivinizado, pero nos advierte también que un paso hacia adelante nos espera el
abismo. ¿Hacia dónde ir, entonces?
Moni recoge el guante que echa
Nietzsche y se lanza a buscar esos lugares últimos en lo sencillo y tremendo de la
cotidianeidad, de una cotidianidad vivida tan intensamente que “enloquece”,
pues se vuelve a un tiempo “tremens et fascinans”, como decía Rudolf Otto
respecto del misterio. En lo intramundano de la cotidianeidad confronta con la
locura en búsqueda de una salida trascendente: “sólo podemos crecer en la
noche atravesándola” (p.76).
Ahora bien, su proceso es
peculiar, pues se produce de manera distinta y opuesta a lo que nos tiene acostumbrados la
tradición de anábasis/catábasis, en que los movimientos opuestos se suceden
alternativamente y en que primero se desciende para luego ascender.
Es que las peregrinaciones
tradicionales descienden a un inframundo físico, para luego ascender a un trasmundo o mundo
transfigurado por la experiencia. Ella, en cambio, en un solo movimiento “amanece
cayendo”, según lo expresa un sorprendente oxímoron que sólo es posible en un
contexto post-moderno: “amanece cayendo su lastimada condición más y más
abismo” (p. 24). Y es en ese mismo proceso en que enfrenta la necesidad de abandonarse
a la locura misma: “por debajo la ceguera vislumbra la distancia la ambigüedad
confunde ¿entregarse es la locura?” (p. 74).
Parece necesaria a esta altura
una reflexión sobre la locura desde el punto de vista psicológico. Durante siglos la
locura se consideró como pensamiento disgregado, caótico, sin lógica interna ni
valor alguno. Entre fines del s. XIX y principios del XX, la psicología profunda
desencadenó un giro copernicano: la palabra que expresa la locura no sólo se ha
vuelto legítima, sino que constituye un verdadero lenguaje, un idioma propio,
sujeto a reglas específicas, singulares, que exceden la órbita de lo tangible,
lo racional y lo evidente porque surgen de eso que no sabemos de nosotros
mismos, de lo inconsciente.
La curación no se encuentra, por
tanto, en el rechazo y represión de la locura. Sólo se la puede redimir en la medida
en que se la asume y se la trata de entender y elaborar.
Como dice San Ireneo, “lo que no
se asume no se redime”. Y creo que la originalidad más grande de la obra de
Moni es insertarse en el corazón del mundo moderno asumiendo su locura, para,
desde allí, ncontrar a Dios.
Mucho de la psicología profunda
forma hoy parte del acervo de la sabiduría popular. Dice un grafitti en una
pared cualquiera de la ciudad de Buenos Aires: “No reprimas tus locuras, te vas a
volver loco”.
Pienso que ese mismo es el
mensaje de Moni. Y pienso que se lo dice a Nietzsche y nos lo dice a nosotros. Nuestras
locuras parciales ofrecen caminos para sortear la Locura.
Animarnos a transitarlas es un
modo de evitar la gran fractura de la psiquis. Las locuras parciales también son portadoras
de verdad. Y no hay camino hacia la verdad más propia, única, intransferible
que pueda soslayarlas. La Lo/cura es un lenguaje que esconde un grito de
salvación en coordenadas desconocidas, fragmentadas, que sólo pueden
articularse a través de una escucha distinta, humilde, amigable. Es el lenguaje
de los desesperados, de los que no se ajustan a las estructuras de este mundo,
de los que no encajan en la propia historia.
Moni se decide a recorrer todos
los entresijos de las propias contradicciones para gritar desde ese lugar, entre la
luz y la sombra, que anhela redención para lo más humano que anida en cada uno
de nosotros, eso que escapa a todo sistema ordenador del mundo, eso que habita
entre la Nada y Dios.
Es entonces que la cotidianeidad
puede volverse amenazadora. Las inofensivas sábanas cuya suavidad y tibieza
acompañan habitualmente nuestro despertar, se transforman en sogas que nos
ahorcan en aquellas épocas terribles de nuestra vida en que abrir los ojos es
volver a enfrentar la muerte (“un sudor le hace brillar las mejillas un latido
le revoluciona el pecho cuando una soga de sábanas la despierta” p. 50).
Eso que se entiende sólo cuando se ha transitado tal experiencia límite o se ha
acompañado empáticamente a otros que han
pasado por ahí.
La autora emprende una aventura
espiritual que arrasa con su realidad psíquica y física (“en lo indefinido nace
su metamorfosis y el miedo se instala” p. 24), poniendo todo patas para
arriba hasta dejar que se instaure un orden nuevo. Hay que tener mucho valor para
aceptar ese abandono de seguridades, ese nivel de desorganización psicofísica.
Pero no busca escapar fugando a través de una ayuda alienante: “siente que
algo la persigue a veces le dan fuerza las raíces” (p. 34).
Si bien la psicología nos ayuda a
entender la dinámica de la locura, la razón de la sin-razón, ella no se puede
arrogar la pretensión de “explicarla”. Es por eso que ninguna psicología puede controlar el
proceso de la cura, sino a precio de domesticar la conducta humana.
Hay una instancia que excede a
toda ciencia, incluso a la psicología. Vienen a la memoria los versos de Walt
Whitman: “¡Mirad! La ciencia imponente de vista penetrante, contempla lo
moderno como desde una alta cumbre, decretando sucesivos mandatos absolutos.
Pero ¡mirad de nuevo! El alma está por encima de toda ciencia…”.
Justamente el miedo a la Locura
hace que muchas vidas sientan la tentación de regirse sólo por lo
normativizado, lo que se piensa, se dice, se hace…Ese afán de normativizar es tal vez la
promesa de salvación que, en distintos envases, ha venido ofreciendo la racionalidad
técnica del mundo moderno.
El alma “liberada por la locura”
más que huir del mundo, anhela conectar con él en forma directa y sin defensas para
apresar su significado trascendente: “aprender desprendiéndose
desnudarse los pies para sentir el latido de la tierra su contextura” (p. 96); “anhelo rebanar una
pequeña lámina del planeta saborearla sin condimentos rozarla con la punta de
la lengua y recordar” (p. 15).
Moni nos desafía a asumir la
singularidad de nuestra existencia. El camino que ella nos muestra atraviesa un proceso
dialéctico de dolor/alegría, duda/certeza, luz/tinieblas, inquietud/calma… Haciendo eco de
la Belleza, nos invita a afrontar los desequilibrios como hitos necesarios en la
búsqueda de la propia síntesis.
Sólo entonces es posible la
salida, el “ascenso”, una vez que la persona alcanzó su integridad singular y se ha
liberado del mundo como “manicomio” para habitarlo como lugar de salvación: “puedo volar hasta donde no conozco no
habito ya entre paredes blancas” (p. 116).
1 MONI INDIVERI DE VEGA, Lo/cura,
Nuevo Hacer. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 2013. Las
referencias a la obra se dan colocando entre
paréntesis (p. seguido del número de página).