La niña
no sonríe ni canta en el enojo, arruga su pequeña nariz y sostiene
la muñeca en alto. Quiere llamar la atención de su hermana mayor que hace
la tarea del colegio para el día lunes. Son las cuatro de la tarde y el
olor a tostadas dibuja una alegría redonda en su carita de niña feliz. Se
sabe diferente y siente como un defecto lo que le falta en comparación lineal
con su hermana. No le gusta estar tanto tiempo sentada ni haciendo siempre
lo mismo. Le encanta levantarse temprano, hacer gimnasia en la barra que mantiene cerrado el portón que da a la calle.
También conversar con la mucama y bailar frente al espejo. Pero a su
hermana le gusta jugar con las muñecas, cosa que a ella le aburre.
Un día, muchos años más
tarde, paseando por un país lejano vio una vidriera llena de muñecas
vestidas como las que ella tenía en aquella época. Su memoria
recuperó inmediatamente aquella actitud propia de rebeldía, en su niñez.
Cuando llegó al hotel llamó por
teléfono a
su hermana para comentarle lo que le
había pasado. Le hizo acordar también de su actitud en
aquellos años. De ese recuerdo pasaron a otro y otro más que las hicieron
reír. El hecho despertó imágenes dormidas, pero no lo estaban del todo.
Al cortar sintió un gran alivio.
fotografía de José Vega
micro relato de Moni Indiveri de Vega
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