No dolía
la ausencia de trinos ni la partida de las aves en busca del sol. Nada
interrumpía el sabor de la soledad ni la música del silencio. La lluvia
intensificaba los colores del bosque. Cada rama y cada hoja despertaban el
placer visual al verlas vestidas de agua. Y era ella, en su dificultad
dispuesta a olvidarla. Caminar al nuevo ritmo de tres patas, sin dolor ni pena.
Aprendiendo a vivir los tiempos nuevos, resistir la poda sin perderse en las
dificultades y poder saborear el regalo de sentirse no sólo sostenida, sino
también consolada.
fotografía de José Vega
microrrelato de Moni Indiveri de Vega
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