miércoles, 21 de octubre de 2015

CANTO A LETTY Y MARCELO



Como espuma consistente un colchón de nubes se extendía desde la cordillera andina hasta  donde la visión no alcanzaba a distinguir. El vuelo era bueno pero la voz de la azafata indicaba volver a los asientos y colocarse los cinturones. El descenso había comenzado. Era tan espesa la sucesión de abigarradas nubes que una sensación extraña se instaló en mí. Por varios minutos la inseguridad de sentir que el avión permanecía detenido, atrapado en gruesas capas de algodón, fue una rara experiencia. Finalmente alcancé a distinguir el desnudo suelo mendocino cubierto por alternos mantos blancos. Eran salitrales irregulares como los primeros trazos de una pintura abstracta.
Como entrar en un túnel  del tiempo la memoria se escabulló por sinuosos laberintos. Diversas escenas de la propia existencia se sucedían. La vida, los encuentros, las partidas casuales y las definitivas construían lo vivido y también la nostalgia que dejaron los que se fueron para siempre.
Un festejo nos traía a todos los que ya no vivíamos en nuestra tierra natal. Los deliciosos vinos de nuestra vitivinícola provincia esperaban ser descorchados para brindar por el acontecimiento más importante, de los proyectos humanos: FORMAR UNA FAMILIA.
Nuestros queridos hermanos Letty y Marcelo cumplían sus 50 años de casados.
Los encuentros se sucedieron vertiginosamente.  El contacto de piel a piel desnudó los sentimientos y, redondas y cristalinas rodaron las primeras lágrimas. El nudo en la  garganta se fue aflojando y los abrazos no querían soltar aquel momento tan imaginado tantas veces.
Se dice que Mendoza es la tierra del sol y del buen vino, pero lo primero no se ha cumplido hasta ahora. Estamos a mediados de octubre y la temperatura sigue bajando momento a momento. Cuando asome el sol, seguramente los picos andinos estarán tan blancos como sólo la nieve recién caída puede vestirlos.
Una sensación ambigua va ganando mi ser. La dicha de haber podido cumplir el anhelo de volver al nido. Poder escuchar la melodía de las voces amadas. Desgranar recuerdos siempre presente que me ayudaron a que sea lo que alcanzo en esta etapa de la vida.
¡Qué dicha poder amar tanto! Abrirse al cariño inmenso de una familia a la cual me enorgullece pertenecer. Son tantas las cosas recibidas de esta maravillosa familia. En ella aprendí los verdaderos valores que hacen apasionante la vida. Gracias les doy a nuestros ancestros que nos imprimieron a fuego la vocación de elegir el camino del bien, los valores evangélicos, el valor de la entrega y la renuncia. La necesidad de los abrazos en el roce de piel a piel donde nos intercambiamos unos a otros la síntesis de lo que somos. Hechos a imagen y semejanza del Creador.
Y aquí llego a la base de la pirámide de nuestra generación. A nuestros hermanos Letti y Marcelo. Son ellos, los queridos hermanos que nos han convocado para compartir la dicha de cumplir los cincuenta años de aquella promesa que se hicieron de amarse para toda la vida. En las buenas y las que no lo fueron tanto. Dándose y dándonos todo lo que son y lo que fueron construyendo a lo largo de la vida.
Todos y cada uno somos un poco Letty, un poco Marcelo. También ustedes son un partecita de cada uno de nosotros. Los amamos tanto tanto. Seres como ustedes despiertan de lo que somos integrantes de esta hermosa familia que formaron el tata y la mama, los mejores sentimientos.
Gracias queridos nuestros. La misión ha sido cumplida con amor infinito, con la alegría del compartir, con las manos abiertas, con un corazón que rebalsa sus cuerpos, con  la palabra justa, con una cama tendida y con unas milanesas de la tía Letty y un saguchito bien aplastadito del tío Marcelo (como dicen mis hijos). Han llenados nuestras vidas de anécdotas y canciones. Le hemos cantado al amor y la familia para que nuestra descendencia siga llevando en alto esta bandera de lucha por la paz, el amor, la verdad y la alegría de reunirnos. Con los que están, los que acompañan desde lejos y los que ya están gozando del amor y la vida eterna en el regreso a la casa del Padre Celestial.
Vivan Letty y Marcelo, la tierra y el cielo festejan con nosotros lo mejor de la vida.
                                                                  Moni
fotografía de José Vega
prosa poética de Moni Indiveri de Vega


1 comentario:

  1. Espiritualidad Contemporánea21 de octubre de 2015, 11:34
    Poderle poner nombres a la poesía, es la frutilla del postre para cualquier poeta.
    Eso ha sido para mi poderles expresar estas palabras que nacen en mi alma, a ustedes, queridos hermanos.
    Haber llegado a las BODAS DE ORO, es el sueño de todos los que se unen con esa intención. Y también la de los hijos que sueñan con un hogar que nunca se destruya.
    Los amamos y somos muy felices con Pepe, de hacer más de 55 años que vivimos juntos este maravilloso homenaje al amor. Que sigan desparramando felicidad como lo han hecho a lo largo de toda la vida compartida. . .

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