martes, 19 de enero de 2016

VOLVIENDO AL COMIENZO

Aquí termina el tercer capítulo de mi libro PUNTO CARDINAL,escrito  asomada a la ventana de mi alma, reviviendo momentos de la vida, acompañada por las fotos que sacamos en nuestros viajes por nuestro querido país, ARGENTINA, en lo más 
austral del continente americano. 
Pienso que es bueno recordar el sentido profundo de este libro. Es por ello que vuelvo a transcribir algunos párrafos de la introducción del mismo.

El nombre  Punto Cardinal remite al deseo de resignificar  los lugares impactantes de nuestro país desde un sentido trascendente. Implica, prioritariamente, abrir el espíritu para contemplar la Creación en toda su variedad y magnitud, refiriéndola a Quien la diseñó desde su infinita sabiduría.

                Para ello invito al lector a un tránsito que parte de la imagen, observada de una manera diferente.  Ángulos y perspectivas, gamas de colores, luces y sombras y, sobre todo, el deleite de dejar correr la imaginación para descubrir nuevas formas  en el horizonte que todos pueden mirar; pero pocos ven.
               
                Sobrevolar el paisaje desde la lente de quien supo descubrir bellezas que están incluidas dentro de otras que las abarcan.

                En cuanto a los textos que acompañan, surgen como respuesta a la intención de abrir  ventanas, a través de las diferentes fotografías, a fin de dejar en palabras las emociones que luchan por manifestarse. Sentir que el alma traspasa la periferia del contorno humano y, en una sola experiencia, ser caminante que busca. Como lo hizo  Ulises. 
                Conocer y conocerse. Forjarse hombre nuevo a través de las oportunidades que se nos presentan.

Imaginemos nuestro suelo desplegado, desde el centro (1) hacia los laterales, hacia arriba y abajo.   Argentina focalizada  y dividida en  Norte, Sur, Este y Oeste. 


dice Ana Guillot en el prólogo de este Libro:
  PUNTO CARDINAL
                Holograma de alguna inmensidad, la naturaleza habla, aún en el mayor de los silencios. Integra ese cosmos, y lo nombra. Como un eco. Como una manifestación de la grandeza. Un reflejo que sólo podemos percibir con nuestros sentidos, limitados y, aún así, vehiculares; e intuir con la mente (¿o el corazón?).
                Cada minúscula hoja, su mínima nervadura canta esa gloria que aparece, luego, repetida y portentosa, en glaciares y cordilleras, mares y llanuras. Caudales del silencio activo de la Creación.
               
                Inmerso en la maravilla, el hombre. Un holograma también. Acuático y poroso. De textura fina y exquisita vibración. Atronador, a veces. El único depredador de sí mismo y de la Obra. Y, sin embargo, capaz de cantar el origen y el misterio. De entrañar acciones, como hilos, enhebrando la historia de la humanidad.
                De la grandeza a la virtud. No hay renunciamiento en la naturaleza, y ansía el ser humano, al menos en su mayoría, también un espacio de luz.
               
                Desde algún Plan, que nos excede, la vida pulsa y es el punto, la mónada, el exquisito sostén de tanta Belleza.
               
                Durante siglos se ha buscado el grial. Se ha especulado con el espacio físico que lo oculta (¿o resguarda?). Desplazamientos concretos que, finalmente, sólo han servido para saber que cada insecto lo lleva en su interior, como la corteza del árbol, como la nieve.
                Todo minúsculo átomo es un grial. Como lo es sin dudas, nuestro corazón, siempre hambriento del pan más fresco y leve.
               
                Es por eso que el libro de Moni y José Vega me parecen portadores de sabiduría. Si entendemos por sabiduría la posibilidad de trasladar el prisma de la imagen y de la palabra a nuestro propio núcleo. Sin seguir una línea de lectura o de pensamiento determinada, sin preconceptos. Dejando, sólo, que hable por sí mismo y de la manera que cada uno pueda y desee escuchar.
               
                Sus páginas son, a mi juicio, un encuentro con la sacralidad. Y, en él, adentro y afuera se integran. Armónicamente. En una danza acogedora y llena de promesas. Es nuestro país ese marco de referencia, como podría serlo (por traslación), cualquier otro lugar en el mundo. Pero es nuestro país, repito. Y agradezco en la riqueza en la que he nacido.
               
                Que ahora el territorio argentino sea, entonces, la inmanencia que nos permita acceder al punto trascendente del misterio. Que cada verso y cada imagen nos acerquen la copa para que el hambre se sacie en la Belleza. Que es como decir Virtud. "Kalós kai aghatos" (1) decían los griegos en su plena inteligencia. Una ensoñación en la que el espíritu crece y se alimenta, podríamos decir ahora.

                                                                                                            
Ana Guillot

(1) "Belleza y virtud"


 textos de Moni Indiveri de Vega
imágenes de José Vega

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