domingo, 5 de julio de 2015

No dejes que yo muera



no dejes que yo muera
me dice
como un susurro
humedecido circula
tiñe

no dejes que yo muera
me grita
atraviesa el cuerpo
los labios se han afinado
en la obstinación

no dejes que yo muera
aturde
hace audible
lo que yo no quiero

no dejes que yo muera
convulsiona mi cuerpo
lo que no puedo tragar

no dejes que yo muera
me grita la niña
que llevo   adentro

fotografía de José Vega
poema de Moni Indiveri de Vega


viernes, 3 de julio de 2015

Pesadillas . . .



Se estrecha el laberinto de las emociones que no nacen. Trepan  constelaciones adormecidas en sueños casi eternos. Son pesadillas que carcomen la  serenidad. Pero no es del todo inocente.

          
fotografía y micro reflexión de Moni Indiveri de Vega

Asombrarse con el canto de los grillos




























no puede ser feliz
sumergido en la pasividad

necesita hacer vigilia
en la espera
hasta sentir el roce del lienzo
en la piel

asombrarse con el canto

de los grillos

fotografía y poema de Moni Indiveri de Vega

jueves, 2 de julio de 2015

La magnificencia



la magnificencia
flota en el borde
no se pesca  
solo está
no contesta preguntas
es tan ligera
como la oración del místico
tan suave como
las patas de una araña
no hay jaula que la contenga
ni barrotes en su avance
recoge todas las virtudes
en ella el tedio
no tiene cabida

                 fotografía y poema de Moni Indiveri  de Vega           

Ruido interno


estupor en la mirada
las palabras ajenas enmudecen
ruido interno
aguijones en las tripas
el tiempo detenido

sólo la fe

custodia la entereza



fotografía y poema del libro EL PEZ MUERE DORADO
 de Moni Indiveri de Vega

miércoles, 1 de julio de 2015

La bruma



atraen fantasmas
los minúsculos hilos de rocío
que hilvanan
la humedad

se desprenden como láminas de oro

provocan desnudeces
iguales a otras
en el anochecer que se apoya

imperceptible

footografía y poema de Moni Indiveri de Vega

Luna Nueva



El estaba en el jardín. Era media noche y la luna nueva iluminaba. Las luces de la 
casa eran remotas, pero no por ello disipaban una tumultuosa curiosidad que crecía. 
Paulatinamente se fueron apagando. Las conciencias fueron invadidas por el sueño, 
pero sus cuerpos allí estaban. Siguiendo un impulso, buscó saciar su curiosidad, 
¿por qué la luz que estaba junto a la fuente permanecía prendida? Llegó hasta allí. 
Apoyado en la punta de sus pies estiró su cuerpo cuanto pudo sostenido en el marco 
de la ventana, lo ayudaron. Sus ojos llenos de incertidumbre, recorrieron con avidez 
la estancia. Y fue entonces que la vio, enfrente del espejo. Retiraba una a una cada 
prenda, a la vez que se miraba. Cambiaba las poses, daba pasos que acompañaban 
una música interior que no le estaba dado conocer, pero sí imaginar. La escena 
era perfecta, la ausencia de ropaje descubría una tierna feminidad. Frenó la tentación
de revelar su presencia. Cerró los ojos, apretó los puños infundiendo fuerza a su decisión, 
de no romper el encanto. Dejar que las musas lo sostuvieran. Guardar intacto el recuerdo 
de esa imagen. Cuando los abrió nuevamente, la luz ya estaba apagada. Se quedó allí 
largo tiempo, sintiendo su propia respiración y las musas lo sostuvieron en el silencio 
de la noche.

Cuento de Moni Indiveri de Vega