miércoles, 1 de julio de 2015

Luna Nueva



El estaba en el jardín. Era media noche y la luna nueva iluminaba. Las luces de la 
casa eran remotas, pero no por ello disipaban una tumultuosa curiosidad que crecía. 
Paulatinamente se fueron apagando. Las conciencias fueron invadidas por el sueño, 
pero sus cuerpos allí estaban. Siguiendo un impulso, buscó saciar su curiosidad, 
¿por qué la luz que estaba junto a la fuente permanecía prendida? Llegó hasta allí. 
Apoyado en la punta de sus pies estiró su cuerpo cuanto pudo sostenido en el marco 
de la ventana, lo ayudaron. Sus ojos llenos de incertidumbre, recorrieron con avidez 
la estancia. Y fue entonces que la vio, enfrente del espejo. Retiraba una a una cada 
prenda, a la vez que se miraba. Cambiaba las poses, daba pasos que acompañaban 
una música interior que no le estaba dado conocer, pero sí imaginar. La escena 
era perfecta, la ausencia de ropaje descubría una tierna feminidad. Frenó la tentación
de revelar su presencia. Cerró los ojos, apretó los puños infundiendo fuerza a su decisión, 
de no romper el encanto. Dejar que las musas lo sostuvieran. Guardar intacto el recuerdo 
de esa imagen. Cuando los abrió nuevamente, la luz ya estaba apagada. Se quedó allí 
largo tiempo, sintiendo su propia respiración y las musas lo sostuvieron en el silencio 
de la noche.

Cuento de Moni Indiveri de Vega

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