miércoles, 26 de marzo de 2014

envejecer juntos



 Era otoño, reseca la tierra se volvía seda a los pies descalzos. Quiso rozar su textura recostada, mirando las sombras glotonas de espacios vestidos de sol. Persiguió lejanías atrapadas en la rutina. Lo imaginó sosteniendo su aliento con el amor que quedaba en el paréntesis de lo sabido. Era el hombre que amaba. El padre de sus hijos, también ahora el tata de  sus nietos. Era donde descansaba de la lucha sostenida a la que enfrenta la vida. El espejo donde se descubrió diferente, con nuevas posibilidades. Ya cumplido el anhelo de ambos, envejecer juntos en un remolino que desplazara los recuerdos que no dan luces y arrime el encanto suave de una vida de familia que los ha dejado satisfechos.
Nuevamente el sol es testigo de dos que caminan a la par, pero ya no entibia, casi abrasa, hasta llega a lastimar. Así y todo trae la luz necesaria para encontrar la llave del lugar común que sólo a ellos les pertenece.
Ya no son banquetes de dos los que los reúnen, sí desayunos tempraneros donde se abre la rutina para dejar nacer las láminas rojas y húmedas de sus propios corazones. Dispuestos a las metamorfosis que dibujan  las estructuras personales, pero que en los interiores mantienen la calidez que nació hace ya cincuenta años, para no dejar nunca más  de crecer juntos. La serenidad ocupa un espacio importante en el compartir. Ella alisa cada arruga para hacerla sonrisa y él construye el camino para que siga siendo seguro. Todo es amor maduro, ahora, pero aún buscan que no se queme ningún momento de los compartidos.


fotografía de José Vega
texto poétco de Moni indivei de Vega

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