miércoles, 23 de octubre de 2013

Prólogo

LO/CURA

“… Todo aquél que haya oído hablar de mí, que se prepare para venir a verme; todo aquél que me desee, que me busque. Cuando me encuentre – y me encontrará- que no tenga ojos más que para mí…”.
                                                                                                                                                   Shams – i- Tabriz


El deseo y la desesperanza abonan la búsqueda, que ya desde el comienzo del libro se perfila en aquella frase de Nietzche que lo abre. El hombre que busca a Dios, corriendo en medio de la plaza, gritando como un loco. No nos corresponde a nosotros especular si realmente se puede encontrar a Dios o si el objeto de esa búsqueda es tan inasible como su nombre.

Moni Vega nos plantea recordar, a la manera de Pitágoras o de Platón. Recordar aquello que el alma sabe desde siempre. Sabe porque ha sido parte de un todo más grande: “…somos estrellas de una misma constelación… ”, nos dice.

            En la sociedad actual solemos utilizar la palabra locura para describir realidades diferentes. A veces, para referirnos a estados psíquicos o personas que padecen enfermedades que entran en la clasificación psicológica de la locura. También usamos la palabra para describir situaciones difíciles de encuadrar en nuestros paradigmas, decimos por ejemplo ¡qué locura esto! ¡qué locura aquello! Pero pocas veces usamos el término locura para referirnos a lo sagrado. Sin embargo existen tradiciones, en Oriente y en Occidente, para las cuales la locura es un estado de la mente que sólo puede ser infundido por un dios. De hecho ésta era la característica del chamán, del sacerdote, de la pitonisa.
Así es como místicos y poetas a lo largo de la historia se han entremezclado, cuestionando las verdaderas fronteras de la mente. Locura, en este sentido, es una capacidad de ver más allá de la realidad del cuerpo y la materia, es la habilidad de conectarse con los mundos sutiles, con las dimensiones espirituales del ser.      

Por eso buscar a Dios y escribir poesía son actos de locura. Sólo un loco puede buscar a Dios en este mundo. Sólo un poeta y un loco, portador de ese fuego sagrado que impulsa la búsqueda y da vida a la creación. Ésa también es la locura. Pero es esa lo/cura que cura a quien la padece, que repara porque une lo que antes estaba separado. Y ambas son formas de despertar. Moni Vega se reconoce a sí misma “… hambrienta de eternidad… ” y escribe. Poesía. Para saciar el hambre. Y cuando ella sacia su hambre, que a la vez crece aún más en la búsqueda, nos sacia a todos, nos deja un poquito más cerca de ese momento primordial en el que el Verbo ya existía.
Yo la he visto corriendo por la plaza, gritando como una loca ¡Busco a Dios! Y la he visto perderse y encontrarse y volver a perderse para resurgir cada vez más íntegra, cada vez más ella. Y como parte de esas pérdidas y reconocimientos, quedan los libros, por suerte, como testimonio de toda resurrección: “… soy el abismo/que se yergue de sí- dice…”. “… hay conexiones entre el amor y el veneno/ aunque no emerjan/ de la misma grieta…”.

Este libro particular transita desde la lo/cura hasta la curación a través de los capítulos que lo constituyen. Reconocerse en lo oscuro abre este viaje, donde los poemas nos llevan a hacer luz en los aspectos de nosotros que no hemos reconocido y nos invitan a vernos de una manera más total. Asomar a la luz, como un llamado, como un destino de esas almas que recuerdan su pertenencia a la constelación. Sólo la Belleza, porque sólo la belleza nos redime, que es otra forma de decir amor.
Así, transitando de la noche al día, aliándose con la duda, compañera fiel de toda búsqueda verdadera, Moni Vega nos invita a experimentar la curación que se produce cuando dejamos de sentirnos separados.

La búsqueda de Dios, la poesía, y todas las expresiones que emulan el acto creador son la medicina que puede curarnos cuando olvidamos nuestro destino, que persiste, atado a las estrellas. En las propias palabras de Moni: “… nacida dos veces/ es incapaz de resistir/ el resplandor de los relámpagos…”.


Graciela Caprarulo

Buenos Aires, 1 de Abril de 2013

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