martes, 18 de noviembre de 2014

LA CASA DE LA MEMORIA



                         

Hilvano cielos. La marioneta define el pensamiento. Al ras el                tránsito es desordenado. Si no coincidimos, queremos sacarnos los ojos.
Hay que volver a la casa de la memoria. Cantar “el arroz con leche”, aunque esté casada y buscar lo que me dejé en el patio de baldosas,  negras y blancas.  Regar el jardín para calmar la sed, del verde y las flores. Poder escuchar hasta, el estallido de la glicina, cuando revientan sus vainas.
La felicidad de memoria, construyendo caminos,  por todos los rincones.-A pesar de los malos momentos, me hizo tan como soy-.
El amor no era a retazos y  nunca de liquidación las concesiones. Las normas se cumplían y los compromisos también.
El valor de la palabra envuelta en respeto y de rodillas rezar la familia, a los pies de la Virgen.
Jugar en la vereda sin mirar para todos lados. Sólo el miedo al cuco y las noches de tormenta. La farolera tropezaba, pero no era para tanto. Visitar a los abuelos como Caperucita Roja. Sentarse al lado de los ancianos de la casa, allí era adonde se encontraba la sabiduría contada de la mejor manera. La biblioteca muy importante, pero lo que no estaba en los libros, salía   de los “cuentos de la boca”. Un solo regalo traían los reyes el seis de enero. Jugar con todos los primos, sentirlos casi hermanos. Poder conservar las vivencias que dieron identidad a los que somos del mismo palo.
El hilo nunca debe cortarse, tampoco lo bueno que nos dejó la vida. Tendremos que legar a otros, lo que  se cuele en las mezclas de familias nuevas y viejas que se construirán con el aporte del testimonio de que amistad, no solo viene de amigos, también de medios hermanos.


un remolino concentra en su centro
depende por dónde
haya pasado
quiero subir con él
acostarme en el reflejo no visto
bordarlo como un tapiz
concentrado del hilo
tratando que no se corte
ovillar también una madejapara 
tejer lo que pueda abrigar
                                                                            los  hambres nunca saciados

fotografía y cuento corto de Moni Indiveri de Vega


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