martes, 23 de agosto de 2016

SOLIDEZ


                                        En la vejez la mente se libera,
                                        cuando lo que queda es aire de tormenta


          La tormenta se alejó con el viento. Las nubes espesas, gordas, se deslizaban a toda velocidad.
          Una nueva brisa rozaba la tierra provocando alivio.
          Se sentía el canto de los niños. "Que llueva, que llueva. . ."
          -Les gustaba chapotear en el agua cristalina llenando los pozos de la tierra.
          
          Pienso en mi vejez. Cada vez las tormentas quedan más lejanas. La paz interior se ha instalado dentro de mí, logrando que me convierta en una persona satisfecha. Todo lo que pueda venir lo espero con serenidad.
            
                A pesar de la alteración que producía el agua corriendo a raudales por todas partes, los colores de los árboles, los techos rojos de las casas y el entorno cobraron un aspecto diferente, más bello.

               La aspereza de lo recorrido ha endurecido mi piel, y la ha hecho más resistente. Aunque el corazón más tierno. No espero tanto de los otros. Los amo tal cual son, pero me llevó mucho tiempo convertir este gesto en un hábito espontáneo.

              Embriagaba el aroma a tierra mojada. Los colores de arco iris coronaban el celeste luminoso del cielo. Los niños nuevamente saltaban de alegría, como queriendo alcanzar aquello que los atraía sin saber por qué.

               La capacidad de escucha ha crecido en mí. La oración  se ha convertido en una necesidad. Instalada, da cabida a las luces del Espíritu para poder dar una respuesta prudente y propicia.

               La brisa comenzó a enfriar el aire. Era la calma después del temporal.

               Con el paso de los años no solo se libera la mente; también el alma.  


texto del libro VOCES DEL ALMA 
de Moni Indiveri  de Vega

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